Disco de la banda británica  Artic Monkeyst  lanzado su nuevo disco ‘Tranquility Base Hotel & Casino’. El guitarrista Jamie Cook avisó que no tenían intención de hacer una continuación de su anterior álbum, AM. Las guitarras se han cambiado por el piano y esto no ha gustado mucho a sus seguidores.

En él, Alex Turner se transforma en un crooner trasnochado que canta historias retrofuturistas sobre alienación y confusión posmoderna. Queda atrás la nocturnidad contundente de su anterior disco, el exitoso «AM (2013)», sus aventuras con el stoner rock y, ya lejísimos, el punk-pop dicharachero y saltarín de sus comienzos.

Resaca, depresión, soledad, frustración son parte de estas sensaciones que su público externa en redes sociales.

El bajón es también una constante en la música de hoy. Vaporwave, ambient, post-folk o trip hop acompañan al oyente en momentos en que el cuerpo no está para rock ‘n’ roll o techno. Sin embargo, es complicado que aquellos músicos que irrumpieron en la pista de baile se bajen del carro de las discotecas y los festivales, comenta El Mundo.

Ambientes y texturas como de otro tiempo que se van sucediendo sin guitarrazos y sin que uno llegue a distinguir dónde acaba un corte y empieza otro. El bofetón a lo Cramps de She looks like fun saca al oyente del ensimismamiento y le hace pensar en la cuestión crucial: ¿Hay canciones en «Tranquility base hotel & casino». No, al menos no en el sentido que las conocíamos antes en Arctic Monkeys: pegajosas, llenas de vida y juventud.

«Tranquility base hotel & casino». Video: Sitio Oficial en You Tube de Artic Monkeys

Lo que sí tendría que importar es que un disco así llegue a la gente. Y si llegó «Last Shadow Puppets», el otro proyecto retro de Turner junto a Miles Kane, ¿por qué no iba a hacerlo esto? Otra cuestión es ver cómo casa el sonido de este nuevo álbum de los Arctic, producido de nuevo por James Ford «Simian Mobile Disco» con su viejo repertorio.

Lo podremos comprobar en los próximos meses en sus actuaciones en el Primavera Sound de Barcelona y el Mad Cool de Madrid. Ver si, efectivamente, la bajona no perdona.