Facilitadora de desarrollo humano en mis talleres “Poesía para sanar”, terapeuta en mi consultorio-estudio creativo “Casa de la Luz” y directora en el área de publicaciones y ediciones de literatura en la Secretaría de Cultura del Estado de Puebla.

Seminarista por Emmanuel Seminary, Milligan College University USA, Maestra en Ciencias del Lenguaje por el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades, BUAP y licenciada en Lingüística y Literatura Hispánica por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

Autora de los libros de relatos literarios Pájaros (2013) y La caverna de Medusa (2018) bajo el sello editorial El errante y Medusa Editorial.

Ganadora de la International Scholarship de la Universidad de Tennessee (2017) y acreedora en tres emisiones de la beca Conaculta, Puebla en el área de Ensayo, Cuento y Poesía.

Creadora del método “Poesía para sanar”, conferencista, docente editora e investigadora.

Actualmente vive entre las montañas de Tennessee y Cholula.

–¿Cómo te involucraste en el mundo de las letras?

Tuve padres muy amorosos, nos rompieron el televisor y compraron libros, cuentos e instrumentos musicales. En la noche, cuando mi papá llegaba, tomaba su guitarra y nos cantaba la canción del Oso carpintero, somos cinco hermanas y todas muy conmovidas llorábamos por la historia de ese osito que en días difíciles luchaba para llevar alimento a sus hijitos pero el ciervo de cornamenta real le daba monedas de oro para comprar miel, leche y pan.

Así que nací en un hogar donde nos fomentaron el amor a la poesía, a la música y a las historias. Cuando hacíamos un acto de nobleza, mi padre nos premiaba con lo que más nos gustaba, a mí me regalaba libros y cuentos de hadas; fue fascinante aprender a leer con magia y con poesía, pero, sobre todo, desde ese gesto amoroso de que un libro es un regalo y un universo que embellece el propio.

Mi hermana Estrella me enseñó a leer y escribir a los 3 años, entonces, antes de entrar al kínder ya había leído mis primeros libros. Mi historia con las letras es una historia de amor y de aventura.

–¿Qué es la poesía?

La poesía es un canto que se enciende desde un corazón sincero y que conecta con la palabra divina y creadora. En la narrativa judeocristiana, cuando Dios imagina el mundo, lo crea desde la palabra “hágase la luz y la luz se hizo” … Por lo tanto, creo que la poesía va más allá de ser un género literario, es el lenguaje de la creación, de la redención y de la sinceridad. La poesía no sólo se escribe en tinta y papel, los grandes poemas son los que se escriben con la tinta de los pasos valientes, de la dignidad y del amor hacia la vida. Para mí, un poeta es aquel ser que abraza la existencia desde un corazón que arde.

–¿Cómo se enriquece la escritura y el lenguaje de una persona?

Leyendo, pero no sólo libros, sino leyendo la vida, la que uno escribe en la experiencia, en el asombro por las pequeñas cosas. Ese ímpetu del espíritu cuando miramos un atardecer boreal, a las hormigas que trabajan cada día aún sin capitán que las obligue a hacerlo; la fuerza de esas pequeñas flores que imponen su vida atravesando las grietas del asfalto. Estoy convencida que la observación atenta de la vida genera experiencias y la experiencia genera vida y la vida se nombra y cuando se nombra somos creadores de nuestro universo. Decía Ludwig Wittgenstein, un filósofo del lenguaje, que “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”, y estoy de acuerdo con él.

-¿Cuál es la importancia de la escritura en la vida contemporánea?

Creo que la misma que la del escribano en el antiguo Egipto… dejar testimonio de las historias. Y, por lo tanto, es el oficio que nunca desaparecerá, dejar eco de lo que fuimos, de la vida de mujeres y hombres que tejieron sus vidas en un tiempo y una época determinada. Antes, el héroe era Odiseo, Gilgamesh después, en la Metamorfosis, el hombre que se convierte en cucaracha y ahora han surgido un perfil de personajes atormentados en la soledad y el aburrimiento tecnológico… cada época deja la figura de sus héroes y heroínas un sentir hacia el mundo. Sin embargo, hay una esencia en la creación literaria, y creo que en general en la narrativa del ser humano que es la búsqueda de la luz, de la claridad, de la paz. En la Ilíada, en el Canto XVII, el poeta canta “Libra de niebla la mente de los Aqueos, serena el cielo, concede que nuestros ojos vean y si tenemos que morir, que sea en la luz”. Esto se escribió hace 28 siglos.

-¿Cómo fueron los primeros años de tu carrera?

Creo que mi carrera empezó a los 4 años. Mi padre hizo una banda de música familiar, nuestro grupo se llamaba “Las estrellas del mundo”. Mi hermana Estrella tocaba el saxofón, Esmeralda el bajo, Amanecer la batería, Ilusión el piano y como yo era la más pequeña elegí el pandero. De alguna manera ahí mis padres nos “aventaron al ruedo”. Esos años me dejaron valentía, aventuras, fraternidad e historias, muchísimas historias. Me di cuenta que más que mi talento fuera la música, lo que amaba era expresarme a través de las palabras.

Siempre me sentí una testigo, que debía resguardar lo que sentía cuando era pequeña, que debía tener presente el brillo en los ojos de mi madre, la voz de mi padre, su bella locura en querer mover el mundo con su corazón solitario… debía guardarlo para después narrarlo. Así como la semilla se fragua en el misterio de la tierra, de igual manera mi voz la encontré cuando encontré a mi maestro Alejandro Meneses, me ayudó a comprender mi lenguaje, mi sintaxis mis ímpetus de narrar la vida. A los  16 años entré a un taller de cuento con él y de ahí mi compromiso con las palabras se convirtió en una forma de vida, de explicarme la existencia.

-¿Cómo ha cambiado tu forma de escribir al paso de los años?

Cuando vivía en las montañas de Tennessee, estudiando el Seminario en teología, tuve una revelación que justo viene a cuento con esta pregunta: “El fuego del coraje te puede llevar a ciertos umbrales, pero nunca más lejos que el fuego del amor”. Entonces justo esa ha sido la transición, escribía con coraje, con furia, toda mi búsqueda era en un pulso juvenil y rebelde de provocar… ahora mi atención está en la ternura, en el amor, en la reconciliación.

Pensaba en el gatito que mi compañero de vida y yo adoptamos, le pusimos Güero Gil y él junto a sus hermanitos, otros 9 gatos iban a morir machacados en el camión de la basura, escuchamos sus llantos, estaban en una bolsa negra y los rescatamos. Y ahora míralo, posando para Rostros… en esas historias está mi corazón y mi asombro, donde en una maniobra del amor, el destino de los personajes cambia. El amor, como hacedor de historias.

-¿Qué géneros literarios has explorado?

La prosa poética y el ensayo literario y académico. Sin embargo, he sido muy necia en querer ser poeta.

-¿Cuál es tu compromiso al ser la directora editorial del gobierno del Estado de Puebla?

Que las escritoras y escritores del estado tengan un espacio donde se sientan seguros de que sus libros no sólo tengan una edición de alto nivel, sino una distribución que asegure llegar a las manos de aquellos con quienes los escritores se co-crean: los lectores.

En Nicaragua la revolución la crearon los poetas, alfabetizaron con libros de poesía, incluso había un dicho muy famoso que decía “aquí, todos somos poetas hasta que se demuestre lo contrario”. Entonces sí creo en las cruzadas por la paz y la fraternidad a través de la literatura.

Me gusta diseñar libros, escribir libros, leer libros. Entonces, en este proyecto está mi experiencia como editora, lectora y escritora.

-¿Cuáles son los siguientes proyectos?

Ver a la luz mi poemario «La sin rumbo» y mi libro de cuentos «Amor interespecie», y sobre todo, crecer en el ministerio social en el que he trabajado desde hace tres años “La reconciliación”, trabajar desde mi trinchera para sentirnos socialmente más fraternales y más respetuosos con nuestra dignidad humana. Todo esto desde los ejes en los que trabajo, la poesía, la locura y la fe.