El piloto de carreras que ríe, corre y conquista el mundo
Tiene apenas un año con nueve meses, pero ya se mueve como si tuviera el mundo por explorar. Su nombre es Santiago Mejía Águila, aunque en casa le dicen con dulzura Chantilly, Pingüino o Bebí, dependiendo de cuánta ternura flote en el aire.
Es un torbellino de alegría que pinta con gis en el patio, riega juguetes por toda la casa con dedicación casi artística, y luego se lanza en su moto o en sus coches eléctricos, como si el vecindario fuera un circuito de Fórmula 1 hecho solo para él.

Porque sí, Santiago quiere ser piloto de carreras. Le fascinan las llantas, los motores, las partes de los autos que observa con ojos brillantes y curiosos. Y si tuviera un superpoder, no lo pensaría dos veces, querría conducir todos los coches de su propio autódromo al mismo tiempo. Un sueño ambicioso, pero absolutamente lógico en su universo.
Pero Santiago no solo corre y ríe. También se siente orgulloso. A su corta edad, ha logrado muchas cosas que hacen sonreír a sus maestras. Una medalla de natación, valentía para levantarse tras cada caída sin lágrimas, y el cariño de quienes lo rodean. Su corazón ya sabe lo que significa esforzarse y ser feliz en el intento.

Si por un día él fuera el director del mundo, todo cambiaría de inmediato. Una zona segura para que todos los bebés gateen y caminen sin miedo, juegos que despierten la curiosidad, y muchas aventuras con las personas que ama. Porque Santiago no quiere un mundo cualquiera… quiere uno donde todos sean felices y libres de explorar.

