La emoción se sentía en el ambiente. El Tecnológico de Monterrey, campus Hidalgo, abrió sus puertas no solo para conmemorar 45 años de historia, sino para rendir homenaje al hombre cuya visión sembró esa historia: Don Eugenio Garza Sada. La proyección del documental “Eugenio” fue más que una función de cine; fue un viaje al corazón de un legado que sigue vivo, vibrante y transformador.

El evento inició con una emotiva reseña de los 45 años del campus Hidalgo. Docentes, exalumnos, directivos y miembros de la comunidad compartieron testimonios que fueron, más que palabras, ecos del impacto que la educación ha tenido en sus vidas. La emoción de quienes han sido parte de esta institución se dejó sentir, con lágrimas, risas y orgullo.

Posteriormente, el director del campus, Octavio Díaz Barriga, dio paso a la presentación del documental. Un silencio reverente acompañó los primeros minutos de la proyección, como si cada persona presente supiera que estaba por reencontrarse con alguien esencial, con la raíz misma de una institución que ha cambiado tantas vidas.

El documental “Eugenio” no sólo relata la vida del empresario y filántropo regiomontano, fundador del Tecnológico de Monterrey; nos lo revela como lo que fue: un hombre profundamente humano. A través de voces de historiadores, familiares y amigos —sus hijos, sus nietos, quienes lo conocieron de cerca— conocemos al Don Eugenio modesto, honesto, discreto. Al líder firme, pero sin alardes. Al padre que, aunque poco demostrativo, encontraba en la música y la jardinería sus formas más
puras de expresión.

Era un hombre sencillo, práctico, alejado de protagonismos. Su estilo de vida austero con solo tres trajes, dos pares de zapatos y un par de sombreros, uno de ellos regalado después a su chofer refleja su compromiso con lo esencial. Lo suyo era la
acción, no el reconocimiento.

Don Eugenio creció con una férrea disciplina inculcada desde la infancia. Eso lo llevó a convertirse en un empresario visionario, desarrollando más de 48 empresas, todas con una filosofía que hoy se reconoce como Capitalismo Social. Su liderazgo se basaba en cuatro principios que siguen resonando con fuerza: libre emprendimiento, respeto a la dignidad humana, compromiso social y liderazgo humanista.

Implementó prestaciones laborales que en su época eran impensables: salud, educación, vivienda digna para sus colaboradores. Para él, un trabajador feliz era la base de una empresa fuerte. Quería transformar la empresa mexicana desde dentro,
y lo logró.

Pero si algo movía a Don Eugenio por encima de todo era su inquebrantable creencia en el poder transformador de la educación. Decía sin titubeos: “La educación lo puede todo”. Y lo creía de verdad. En 1943, fundó el Tecnológico de Monterrey. El inicio fue modesto: una casa, algunos maestros, pocos alumnos, pero una enorme voluntad de construir algo grande.

Durante los primeros 10 años, el Tec operó prácticamente en quiebra, pero Don Eugenio nunca se rindió. Su convicción lo sostuvo. Innovó, propuso nuevos modelos educativos, contrató maestros de planta y organizó los estudios en semestres. No era
solo un empresario, era un educador de espíritu.

El Tec se convirtió en su segundo hogar. De hecho, como cuentan sus hijos, siendo padre de ocho, el Tec fue considerado su noveno hijo. Cada lunes, Don Eugenio recorría personalmente el campus. Escuchaba, observaba, tomaba notas. Su pasión era la mejora continua, su obsesión: la calidad. Pero sobre todo, quería que la educación fuera la gran herramienta de movilidad social.
A pesar de las amenazas que recibió de grupos radicales, nunca detuvo su trabajo.


No buscaba el conflicto, pero tampoco el silencio. Actuó con la misma determinación que lo había llevado a crear, a crecer, a educar.

La noche en que le arrebataron la vida, el país perdió a un gran hombre. Pero su legado ya estaba sembrado. Y el día de su despedida, alrededor de 150 mil personas de todas las clases sociales salieron a las calles a decirle adiós. No solo a un empresario.

Le decían adiós a un símbolo. A un faro. Hoy, su visión sigue intacta en cada rincón del Tec de Monterrey. En cada aula, cada laboratorio, cada egresado que pisa el mundo con un sentido claro: servir, transformar, liderar con conciencia.El documental no solo honra la memoria de Don Eugenio, sino que deja una pregunta urgente, vital, palpitante:

¿Qué nos toca hacer a nosotros?
Porque cuando alguien planta una semilla tan profunda, no hay espacio para la indiferencia. Su ejemplo nos llama a continuar, a construir, a compartir. A no olvidar que los más afortunados tienen una obligación moral con quienes tienen menos. Que la verdadera riqueza está en transformar la vida de los demás.

Don Eugenio Garza Sada nos dejó algo más que instituciones y empresas: nos dejó la certeza de que la educación lo puede todo.
Y esa certeza, en un mundo tan cambiante, es un faro que sigue alumbrando el camino. Tecnológico de Monterrey, Campus Hidalgo. 45 años formando líderes con sentido humano.
“La educación lo puede todo.” – Don Eugenio