Aunque el experimento de colar a unos chicos de California en medio del considerado mayor evento de música latina del mundo podría haber salido muy mal, al final los Maroon 5 cubrieron el expediente a su paso por el Festival de Viña del Mar, pero sin poner demasiado esfuerzo.

No. Adam Levine no se quitó la camiseta -como acostumbra a hacer en muchos de sus conciertos-, ya sea porque no le dio tiempo -el recital en la ciudad chilena duró poco más de una hora-, por el frío de la noche o directamente porque no quiso.

SIN FEELING
La conexión con el «monstruo», popular nombre por el que se conoce a los espectadores del anfiteatro de la Quinta Vergara, no fue ni la que consiguió Ricky Martin el domingo, ni Pablo Alborán el miércoles, ni seguramente la que logrará el reguetonero Ozuna mañana, en la última noche de la 61 edición del festival.

Salvo algún tímido comentario a su expectante público, Levine estuvo frío y no puso mucho empeño en ganarse a nadie, y esto y su voz fueron objeto de cuestionamiento y de multitud de críticas en las redes sociales, principalmente entre las miles de personas que siguen el espectáculo por televisión.

Poco antes de las 10 y cuarto de la noche (hora local), con el suficiente retraso como para colmar la paciencia del implacable público del festival chileno, los primeros acordes de la intro, con solo de guitarra incluido, empezaron a sonar.

No mucho después y en medio de una ensordecedora ovación, Adam Levine hizo acto de presencia: con el pelo rapado salvo una enorme cresta desde la frente hasta la nuca, dos uñas verdes -las de los dedos índice y corazón de la mano derecha-, sus anillos, su reloj de oro, sus tatuajes y sus falsetes.

UNA CATARATA DE ÉXITOS
«It was always you», de su disco «V», de 2014, fue la encargada de romper el hielo y ya desde el principio cualquier gesto del vocalista de quitarse la cazadora era convenientemente respondido por las apasionadas galerías de espectadores.

La segunda logró una especie de éxtasis, y es que no era otra que «This love», uno de sus más enormes éxitos, de su mítico primer disco, «Song about Jane», de 2002.

Tras «What lovers do», llegó lo inevitable. El cantante, de 40 años, se despojó de su ligero abrigo, generando caos en las gradas, para enfrentar, con una camiseta de manga larga desgastada, «Makes me wonder», otra de las joyas de la corona de su discografía.

Y ya puestos, ¿por qué no seguir con otro hit? «Payphone», en una versión introducida a piano, siguió sumando algo de épica al recital. Y poco después otro diamante más: «Moves like Jagger», que en 2010 revolucionó las discotecas de todo el mundo.

El solo de guitarra de James Valentine en «Sunday Morning» derivó las miradas, aunque por solo un momento, a algo que no fuera Levine.

SIN ENTREGA DE GAVIOTAS
La recta final del recital -que duró menos que los dos que realizaron esta semana en México, donde comenzaron su nueva gira- se fue acelerando, con destacados temas como «One More Night» y «Sugar», con ovación incluida por los ligeros contoneos del cantante.

«Memories», «She Will Be Loved» y «Girls Like You» cerraron la noche, sin contemplaciones y sin la entrega de la tradicional gaviota, el galardón con el que el festival reconoce a sus artistas invitados.
Y por supuesto, tampoco hubo bis alguno.

Antes de comenzar el recital, los presentadores ya habían avisado. Los estadounidenses harían el concierto todo de corrido, sin interrupciones, a su manera y sin adaptarse al formato habitual del festival. Y así fue. El público quedó muy frío, pero aplaudió igual y tampoco llegó la sangre al río. El viernes bailará reguetón.