Por supuesto que Robert Downey Jr. ya pasó a la inmortalidad (pésele a quien le pese) gracias a su papel como Tony Stark, el empresario armamentista, científico, millonario rebelde y superhéroe mejor conocido como Iron Man, filme que vio la luz hace 13 años.

Sin embargo, él ya está muerto, como bien pudimos atestiguar en Avengers: Endgame. Por ello, el actor está en búsqueda de papeles y, ¿por qué no?, otros proyectos (con grandes directores) que lo consagren aún más y lo dejen a la talla de otros grandes, como Marlon Brando, Jack Nicholson, Al Pacino, Morgan Freeman y otras gigantescas celebridades masculinas.

Seamos honestos, Tony Stark tiene sus momentos, pero artísticamente, no representa un reto actoral gracias a que, la mayor parte del tiempo, es infantil y chistoso.

Esto es típico de cualquier película de acción, no sólo de (todas) las cintas de Marvel Studios. Tal vez, estas características le hubieran venido como anillo al dedo al Downey Jr. de los años 80, cuando era un joven tipo James Dean, en Rebelde sin causa.

Pero el público ha visto crecer al histrión en el ámbito personal y actoral. Atrás quedaron sus escándalos de excesos y relaciones. Y cuando pudo domar a sus demonios internos, empezó a sobresalir el valor y talento, como un diamante en bruto siendo tallado lentamente.

En Chaplin, de 1992, representó con audacia e ingenio al gran comediante silente del cine en blanco y negro. Su esfuerzo le valió su primera nominación al Oscar.