Museo de Florida prepara el 400 aniversario del naufragio del galeón Atocha
Las joyas y artefactos del galeón español quizá más famoso del mundo, el Nuestra Señora de Atocha, hundido junto con otros siete barcos por un huracán en 1622 en los Cayos de Florida, serán el faro de la muestra que prepara el Museo Marítimo Mel Fisher para conmemorar el 400 aniversario de este naufragio.
Quien dio, allá por 1985, con las riquezas del citado galeón fue el fallecido cazatesoros estadounidense Mel Fisher, tras cerca de nueve años de búsqueda obstinada, en un tiempo en que España, pasiva, no tenía una postura clara sobre su patrimonio cultural subacuático.
Ahora, el museo que lleva su nombre está inmerso en un ambicioso proyecto de conmemoración que quiere devolver todo su esplendor no solo al tesoro recuperado del fondo marino, sino a algo igual de valioso: la historia que subyace, la de España ligada a América.
UNA PERSPECTIVA HISTÓRICA, ARQUEOLÓGICA Y HUMANA
La nueva exhibición sobre la Flota de Tierra Firme de 1622 «se centrará en las personas que navegaron en los galeones naufragados, quiénes eran y cómo vivían, gracias a todo lo que hemos investigado el último año», dijo hoy a Efe Corey Malcolm, director de arqueología del Legado Marítimo Mel Fisher, situado en Cayo Hueso (extremo sur de Florida).
Una investigación que ha permitido a Malcolm y su equipo «relacionar los objetos recuperados del naufragio con las personas que los poseyeron o los usaron» y servirá, a la vez, para narrar sus historias personales «desde una perspectiva histórica, arqueológica y humana combinadas».
La diversidad cultural y de gentes a bordo de estos galeones era, en palabras del experto, «asombrosa», por ejemplo en el Atocha, donde prácticamente se apiñaban como una «comunidad aislada» en sus 110 pies de eslora (33 metros) «líderes políticos, religiosos, ricos empresarios, exploradores, soldados, marineros e incluso esclavos».
El Museo Marítimo Mel Fisher quiere así compartir con el público, de la manera más extensa posible, la historia del desastre de esta flota.
Un propósito que se verá reforzado con nuevas salas de exposición, la ampliación de su web y, sobre todo, la creación de modelos e impresión en 3D de múltiples artefactos de la colección y un cuidado programa de conferencias.
ORO, PIEDRAS PRECIOSAS, ARMAS, VASIJAS INCAS… E INSECTOS
En total, cerca de un millar de piezas, muchas de ellas objetos de la vida cotidiana que se expondrán por primera vez con motivo de los 400 años del naufragio de estos siete barcos que se hundieron cargados de plata, perlas, oro y esmeraldas.
Por su valor histórico, Malcolm destacó la presencia en la muestra de una cruz de oro y esmeraldas, un mosquete (arma de fuego de infantería que se usó en el siglo XVII), diversas herramientas de carpintería o un instrumento de navegación, todos ellos objetos, apuntó, «que cuentan diferentes historias sobre cómo funcionaba el galeón y cómo vivía la gente su vida».
Entre las piezas más raras que se exhibirán, el arqueólogo mostró su predilección por una serie de vasijas incas plateadas, extraídas del pecio del Atocha, «únicos ejemplos conocidos de este tipo de orfebrería nativa americana que han sobrevivido a través del tiempo».
Se podrán encontrar también curiosidades como semillas e insectos recuperados de los pecios. «¡Siempre es difícil imaginar que cosas tan pequeñas puedan sobrevivir siglos bajo el mar!», expresó con emoción.
Fisher (1922-1998) y su equipo de cazatesoros descubrieron el pecio del Santa Margarita en 1980 y en 1985 el del Nuestra Señora de Atocha. Ambos galeones formaban parte de la Flota de Tierra Firme, que había zarpado de La Habana con destino a España cargada de riquezas del nuevo mundo y fue sorprendida por un huracán frente a la costa de los Cayos de Florida en 1622.
LOS CAZATESOROS Y LA FIEBRE DEL ORO
Esta suerte de fiebre del oro, desatada sobre todo desde que Fisher hizo su fortuna con la riqueza del Atocha, ha implicado casi siempre un daño irreparable para los yacimientos arqueológicos, reventados, desperdigado todo lo que no fuera de valor comercial. Aparte de ser un expolio de la historia naval española, de sus galeones y navíos.
Pero, frente a aquellos que opinan así, Malcolm argumenta que la recuperación de estos pecios en el fondo marino de Cayos Marquesas se llevó a cabo mediante el uso de métodos arqueológicos y se preservó la historia que duerme en estos yacimientos.
Así, en este caso, «se documentaron las excavaciones del Atocha y el Margarita, se dibujaron planos del lugar de los restos del naufragio, todos los objetos fueron mapeados, medidos y fotografiados, y muchos fueron dibujados por ilustradores profesionales de la arqueología».
«Existe un buen registro arqueológico de los naufragios de 1622», subrayó el arqueólogo del Museo Marítimo Mel Fisher.
ENTENDER LA HISTORIA DEL MUNDO HISPÁNICO
Preguntado por la subasta que se realizó hace unos años en Nueva York con parte del tesoro del Atocha, Malcolm dejó claro que el museo «no formaba parte de eso», que la familia Fisher fue la que «realizó una subasta de sus posesiones personales de los naufragios».
«Somos (el museo) una organización sin fines de lucro y nuestro negocio es mostrar al público los objetos del naufragio, no su venta», señaló tajante el arqueólogo, para agregar que los ingresos del centro proceden de la venta de entradas, artículos de regalo en la tienda y visitas guiadas.
Cuatro siglos después, nos encontramos con un material arqueológico inestimable que nos permite entender, pese a su dispersión y el probable efecto destructor sufrido en los pecios, nuestro pasado, la historia del mundo hispano, a España como la primera globalización.
Emilio J. López