El príncipe Enrique y su esposa Meghan comenzaron oficialmente su transición de miembros de alto rango de la familia real británica a, bueno, algo que no está muy claro de momento. ¿Celebridades internacionales?, ¿Patrocinadores de la caridad?, ¿Influenciadores globales?

El cisma real que la pareja desató en enero al anunciar que se retiraría de sus deberes oficiales, renunciaría a los fondos públicos, buscaría su independencia financiera y se mudaría de Inglaterra a Norteamérica se hizo oficial el 31 de marzo.

La mudanza se ha vuelto más complicada y dolorosa por la pandemia global del coronavirus, que encontró a Enrique, Meghan y su hijo Archie de 10 meses en California, lejos del padre de Enrique, el príncipe Carlos — quien se recupera tras haber dado positivo al COVID-19 — y su abuela de 93, la reina Isabel II.

«Hay un sentimiento común a todos, de que el mundo en este momento parece extraordinariamente frágil», dijo la pareja en un último post el lunes en su ahora desactivada cuenta de Instagram SussexRoyal.

«Lo más importante ahora es la salud y el bienestar de todos alrededor del planeta y de encontrar soluciones para los muchos problemas que se han presentado como resultado de esta pandemia», agregaron. «Mientras todos encontramos el papel que vamos a desempeñar en este cambio global y cambio de hábitos, nos enfocamos en este nuevo capítulo para entender cómo podemos contribuir mejor».

Han pasado menos de dos años desde que el exsoldado Enrique, el sexto en la línea de sucesión al trono británico, se casó con la actriz estadounidense Meghan Markle en el Castillo de Windsor en una fastuosa ceremonia vista por millones alrededor del mundo.

Pronto la pareja comenzó a irritarse con la vigilancia implacable a la que era sometida por la prensa británica — a la que acusaron de incurrir en el acoso. Decidieron librarse en lo que Enrique llamó un «acto de fe» y buscar una vida más tranquila, sin los periodistas que han filmado, fotografiado y escrito sobre él desde el día de su nacimiento.

Por años, Enrique ha tenido una relación incómoda con la prensa, a la que culpa de la muerte de su madre, la princesa Diana, fallecida en un accidente automovilístico en París en 1997 mientras era perseguida por paparazzi.

La infelicidad de Enrique se incrementó luego que comenzó a salir con Markle, entonces protagonista de la serie de TV «Suits». En 2016 acusó a los medios de acosar a su entonces novia, y criticó los «matices raciales» de algunos sobre la actriz birracial.

Es claro que el estilo californiano optimista de Meghan — personificado en las imágenes lustrosas y mensajes positivos en la cuenta de la pareja en Instagram — le molestaba a sectores de la prensa sensacionalista británica, tan insaciable de noticias de la realeza como ferozmente crítica de sus miembros de la familia.

La pareja — que conserva sus títulos de duque y duquesa de Sussex, pero ya no se harán llamar Su Alteza Real — esperaba seguir usando la marca Sussex Royal en su nueva vida. Pero el mes pasado anunciaron que no buscarán registrar el término debido a reglas británicas sobre el uso de la palabra «royal» (real).

La pareja planea lanzar una organización sin ánimo de lucro para sus actividades benéficas en áreas que incluyen el empoderamiento juvenil, la salud mental, la conservación, la igualdad de género y la educación. Enrique también continuará supervisando los Juegos Invictus, la competencia estilo Juegos Olímpicos que fundó para soldados heridos.

Meghan ha sido anunciada como la narradora de «Elephant», un documental de Disney sobre la naturaleza.

Pero por ahora, la oficina de la pareja dijo que ésta desea que el mundo se enfoque «en la respuesta global al COVID-19».

«El duque y la duquesa de Sussex pasarán los próximos meses enfocados en su familia y continuarán haciendo lo que puedan, de manera segura y en privado, para apoyar y trabajar con sus compromisos caritativos preexistentes mientras desarrollan su futura organización no lucrativa», dijo la oficina de la pareja en un comunicado.

Los recién independizados Enrique y Meghan también necesitarán ganar dinero para ayudar a pagar sus cuentas multimillonarias de seguridad.

Como altos miembros de la realeza, han tenido guardaespaldas financiados por los contribuyentes británicos. Desde el año pasado, Enrique y Meghan han tenido su sede en Vancouver Island, Canadá, donde la seguridad era proporcionada por la Real Policía Montada Canadiense. Las autoridades canadienses advirtieron el mes pasado que eso acabará una vez que la pareja deje de trabajar como realeza.

El duque y la duquesa recientemente se mudaron al área de Los Ángeles, donde Meghan creció y donde su madre aún vive. La noticia llevó al presidente Donald Trump a tuitear el domingo: «Estados Unidos no pagará por su protección de seguridad. ¡Ellos deben pagar!».

La oficina de Enrique y Meghan dijo que «los costos de seguridad están siendo cubiertos personalmente por la pareja».

Algunos historiadores de la realeza advirtieron que Enrique y Meghan podrían tener problemas para encontrar un papel gratificante que desempeñar. Su caso ha sido comparado con el del rey Eduardo VIII, quien abdicó en 1936 para casarse con la divorciada estadounidense Wallis Simpson. La pareja vivió el resto de sus vidas en un exilio autoimpuesto lujoso pero solitario.

La historiadora real Penny Junor dijo que los miembros de la realza en Gran Bretaña estaban ayudando a elevar la moral de la nación durante la pandemia del coronavirus. La reina ha emitido un mensaje para la nación, mientras que el hermano de Enrique, el príncipe Guillermo y sus hijos, se unieron para aplaudir públicamente el trabajo de los trabajadores de la salud.

«Todo esto es absolutamente de lo que se trata esta familia, y esos miembros de la familia real que está en un limbo ahora son bastante irrelevantes», dijo Junor.