Hermanas, aliadas de juegos y pequeñas soñadoras del mundo

 

En casa las conocen como Rosamary y Vale, nombres que ya suenan como una canción alegre que se canta entre risas, pinceles y peluches. La mayor tiene 7 años y ya se siente toda una artista en formación; la más pequeña, de año y medio, explora el mundo con la mirada curiosa y la ternura de quien apenas comienza a escribir su historia.

Rosamary es de esas niñas que saben lo que les gusta, jugar con amigos, tomar clases de pintura, aprender a tocar el piano. Su creatividad no se detiene en el aula, y es en su taller de pintura donde encuentra su lugar favorito en el mundo, donde los colores la entienden mejor que nadie. Mientras tanto, Valentina ya tiene clara su pasión, los peluches, esos compañeros suaves que la acompañan en su día a día y la hacen reír con solo estar ahí.

Cuando se trata de entretenimiento, Bob Esponja y Baby Shark marcan la pauta en esta casa. Una se ríe con las locuras del fondo de Bikini, la otra baila sin parar al ritmo del tiburoncito más famoso del planeta.

 

Rosamary tiene planes grandes, quiere ser gimnasta, volar, literalmente si pudiera tener un superpoder, y tiene muy claro lo que es sentirse orgullosa. Sus buenas calificaciones y su lugar en el spelling bee son logros que celebra con una sonrisa enorme. También confiesa que lo más divertido que ha hecho últimamente es asistir a su amado taller de pintura, donde cada trazo se convierte en un momento feliz.

La figura de mamá brilla con fuerza en el corazón de Rosamary, quien la elige como su heroína sin dudar. En sus sueños más grandes, si algún día fuera directora del mundo, enseñaría a los niños que no pueden ir a la escuela, porque sabe, desde su mirada pequeña pero sensible, que aprender es un derecho que todos deberían tener.

Le encantan los nuggets, aunque el queso no está invitado a su plato favorito. Disfruta la música pop, baila al ritmo de su canción favorita, y se ríe con fuerza cuando juega a las escondidas. Su risa es fácil de encontrar, aunque ella se esconda muy bien.

¿Y su gran deseo? Ver a los capibaras en Tokio. Porque en su imaginación no hay fronteras, y los sueños, cuando se comparten entre hermanas, son todavía más posibles.

Rosamary y Valentina son distintas, sí, pero también son parte de un mismo universo lleno de juegos, amor y aventuras. Una pone el ritmo, la otra el asombro. Juntas, son poesía en pañales, pintura en movimiento y carcajadas a dos voces.