Penélope Cruz sorprende con su personaje más excéntrico y divertido, una directora de cine con métodos poco ortodoxos, en la nueva comedia de los argentinos Mariano Cohn y Gastón Duprat que reflexiona sobre los egos y «la idiotez» en el mundo del arte y entra hoy a concurso en el Festival de Venecia.

La flanquea el dúo antagónico que forman Antonio Banderas y Óscar Martínez como dos actores de gran prestigio a los que ficha para su película y cuyas personalidades explosivas y egocéntricas en permanente competencia darán pie a situaciones delirantes.

«Con este personaje me he dado permiso para pasar unos meses en la cabeza de un ser que no tiene ningún tipo de filtro, que le da igual lo que piensen los demás de ella», ha dicho a Efe Cruz, habitualmente muy comedida ante los periodistas.

«No es una persona feliz ni amable, ni siquiera creo que sea una buena persona, pero ha sido muy divertido intentar ponerme en su piel», ha añadido la actriz. «Un personaje así solo se puede hacer defendiendo cien por cien su realidad porque ella no contempla la realidad de los demás, la única que vale es su verdad y eso es lo que hace a alguien tan tarado».

La trama arranca cuando un empresario multimillonario (José Luis Gómez) en busca de trascendencia y prestigio social decide hacer una película que deje huella y para ello contrata a los mejores: la celebérrima cineasta Lola Cuevas (Cruz), el actor de Hollywood Félix Rivero (Banderas) y el actor radical de teatro Iván Torres (Martínez).

Los ensayos para el rodaje se convierten en una sucesión de pruebas a cual más endiablada que Cuevas ve como actos artísticos en si mismos y que no hacen más que tensar la cuerda entre los dos actores.

Pese a los guiños que contiene el guion a la trayectoria real de sus protagonistas, Banderas asegura que el personaje no tiene nada que ver con él.