La Oreja de Van Gogh redibuja el ensueño del amor en su disco «más crudo»
Algo ha cambiado sustancialmente en la paleta del grupo español La Oreja de Van Gogh, pues en su último disco, «Un susurro en la tormenta», abundan colores otoñales, más oscuros y melancólicos para, desde una perspectiva más madura, redibujar el ensueño del amor eterno e ideal.
«No es que estas sean las canciones más personales de LODVG, porque todas siempre lo han sido, pero sí pueden ser las más crudas y honestas, también las más autobiográficas», reconoce Pablo Benegas en una charla con Efe en un punto de las vidas del grupo español en el que, con más de 40 años de edad, «la vida se vuelve más complicada, también las relaciones de pareja».
Tras el anticipo de «Abrázame», que ya puso en antecedentes a sus seguidores sobre los cambios, otro de los cortes más emocionantes es «Durante una mirada», tema que nació en la cabeza de Xabi San Martín como un dueto entre dos examantes que nunca se atrevieron a llevar su historia más allá y que se reencuentran años después embarcados en vidas más asentadas, también más aburridas.
«Respecto a la nostalgia, el cerebro es muy rápido, pero el corazón tiene la torpeza de un elefante y por mucho que te empeñes en comprender todo, tarda años en alinearse con el coco. Eso hace que existan las canciones de amor», considera su autor, que canta el tema junto a Leire Martínez.
El título de «Un susurro en la tormenta» (Sony Music) para su octavo disco de estudio y sucesor de «El planeta imaginario» (2016) «tiene mucho que ver con el contenido de estas canciones, que aluden a la complejidad del día a día en la madurez» y a esas voces que se hacen escuchar en el fragor del temporal, a veces la de la propia conciencia.
Instrumentalmente puede decirse que es este un trabajo más clásico, con más piano que sintetizadores o, como los llaman ellos, esos «ruidos de marcianitos o tirurirus» que suele imprimir San Martín y que son marca de la casa.
«Cuando mis compañeros escuchan un sintetizador se asustan», bromea él, antes de reconocer que esta vez las composiciones lo pedían así, «un sonido casi insolentemente clásico», aunque con algunas novedades técnicas, pues es la primera vez que han grabado una canción tocando todos a la vez y sin edición final.
Se incluyen otros elementos curiosos como banjos y arreglos que dotan por ejemplo al tema «Como un par de girasoles» de ecos de «spaguetti western», una osadía -confiesan- que sobrevino trabajando en el estudio de madrugada tras varias cervezas.
«Y como funcionaba, se quedó. Es como si nos apeteciese provocar con lo más clásico que hay», resume el grupo, que gusta de aislarse en estas sesiones en un estudio al sur de Francia en el que solo escuchan sus voces, sin más presiones ni requerimientos.
Cada vez afinan más el tiro al componer y han desechado muy poco material en este trabajo de once cortes. Para quienes gustan de su vertiente más vívida, hay que esperar a la segunda mitad del disco para escuchar piezas como «Me voy de fiesta», en las que sus protagonistas no ceden al ostracismo.